Wednesday, October 26, 2005

Burbuja ( requiem de una historia de amor )

Anatu y Damiano nacieron de las hojas de un fresno empapadas por la lluvia de una noche de invierno. Ella escurrió rápidamente por el tronco del árbol hasta sus raíces. Él, en cambio, se quedó petrificado en la rama, admirando la belleza de su compañera que fue lo primero que contemplaron sus ojos. Anatu admiró a Damiano por ser capaz de mantenerse arriba tan largo rato. Luego, él escurrió a través de ramas y tronco y se acercó a Anatu, sin tocarla. En ese instante se formó su burbuja, la cual defendería su amor y ayudaría a que Anatu y Damiano cumplan el propósito de su creación: ser los padres de una nueva raza que liberaría de temor y tristeza a los seres humanos. Pero ellos no sabían que esa era su misión. Damiano desde el primer momento temió que la burbuja no fuera capaz de soportar los embates de la oscura naturaleza. Anatu, por otra parte, sentía a la burbuja más como una cárcel que como un útero. En su vida anterior, había soportado las arbitrariedades de un padre estricto, mientras que Damiano mantenía la actitud sumisa producto de la represión de una madre sobre protectora. Anatu observó nuevamente a Damiano. Su cuerpo, mente y corazón no sintieron atracción, pero cuando Damiano abrió la boca mariposas escaparon de ella, además de un intenso aroma a flores. Ella sonrió y lo miró de tal forma que Damiano entendió. Ellos se amaron. Su burbuja los protegía de tal forma, que disfrutaban jugar como niños a la intemperie incluso cuando viento y agua golpeaban con fuerza. De día creaban seres de greda y de noche la luna era testigo de su felicidad. Compartían todo lo que sentía cada uno, no había secretos entre ambos.Pero ocurrió lo inevitable. Anatu dudó. Damiano deseó. Intimaron su amor y en ese instante comenzó a desmoronarse la confianza. Damiano temió herirla, así es que no le contó sobre sus conversaciones con las ninfas. Anatu no quería verlo triste y ocultó su atracción por los sáfiros. Y sin que ellos se dieran cuenta, su burbuja comenzó a inflarse y al poco tiempo reventó. Damiano supo que era el final, mientras sostenía sobre sus brazos a Anatu y olía por última vez sus cabellos. Anatu lo presintió también y se acurrucó en Damiano. Él se disculpó, no sabía por qué. No fue capaz de decirle que bastaba que ella lo dijera para que él volviera a intentarlo. Ella esperaba lo mismo de él. Y los restos de la burbuja se perdieron entre pasto, arbustos y bajo la gran mesa hecha de segundos. No volvieron a verse, pero un hilo tendido entre la boca de Anatu y el oído derecho de Damiano mantiene la esperanza de que vuelvan a estar juntos, y esta vez no será una burbuja la que cobije su amor, sino la convicción de saber que no pueden desperdiciar lo que puede ser la más hermosa historia de amor.